
"Ni por pasión, ni por abnegación, ni por una idealización llega a ser la mujer lo que puede ser para sí y para otros; sólo venciendo la pasión, la abnegación y la idealización virginal se vuelve ante el hombre una amiga, una compañera y en una palabra: un amor.
La mujer ha sido víctima en nuestra cultura, de las más terribles polarizaciones: la doncella y la bruja, el dragón y la madre protectora; sin duda es todo eso, pero lo es a la vez. Hay una cosa sin embargo que no ha sido la mujer en nuestra cultura: la amiga. Para que se vuelvan dialécticas las oposiciones entre la doncella y la bruja, entre el dragón y la madre sobreprotectora, es necesario que la mujer se vuelva ante todo la amiga. Conozco yo mujeres cuyos celos se dirigen en una buena dirección: al grado de amistad.
Mientras la mujer no sea más que un fantasma inexpresable, mientras no podamos soportar que surja en ella el deseo (como muestra Roustang que no lo pudo soportar Freud) la mujer seguirá siendo el enemigo. ¿Qué mujeres nos quedan? la monja frígida y la prostituta.
¿Cómo vamos a lograr que entre las dos hagan una mujer? La mujer es nuestra amiga o nuestra enemiga: hay que escoger. Si es nuestra amiga puede manifestar todos los aspectos de su ser; si es nuestra enemiga rechazamos todos los aspectos de su ser, tanto la frigidez como la prostitución, que es un deseo fundamental suyo, al menos como fantasma de transgresión general y de ruptura con toda identificación materna. Entregarse con condiciones o no entregarse con ninguna condición; esa es la mujer para nosotros: santa o puta. Si somos capaces de encontrar la amiga no dejará nunca de ser santa o puta, imagen de la vida o imagen de la muerte, imagen de la luna inaccesible o imagen del abismo.
La liberación de la mujer es salir de esas polarizaciones.
La liberación del hombre consiste en dialectizar esas posiciones: dialectizarlas es amar con un amor continuo, tenaz, que se afirma en el tiempo formando una historia común: la historia de dos vidas, dos vidas capaces de producir otras vidas liberadas del terror: tanto del terror del hombre a ser mujer-femenino, como del terror de la mujer a ser masculina. Vidas liberadas de la compulsión a desempeñar papeles, a ser personajes. Vidas que no dependan del chantaje afectivo de sus padres y que desde el comienzo tengan formas de afirmación que no las conduzcan al terror. Hombres y mujeres que puedan ser amigos, niños que no estén llenos de miedo. "
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