Páginas

leschnit@yahoo.es

domingo, 23 de junio de 2013

LA RIGIDEZ DEL YO ES UNA CONSTANTE CULTURAL.

- Reflexiones sobre el yo en Freud -

*El malestar en la civilización

“En condiciones normales nada nos parece tan seguro y establecido como la sensación de nuestra mismidad, de nuestro propio yo. Este yo se nos presenta como algo independiente, unitario, bien demarcado frente a todo lo demás. Sólo la investigación psicoanalítica - que por otra parte, aún tiene mucho que decirnos sobre la relación entre el yo y el ello - nos ha enseñado que esa apariencia es engañosa; que, por el contrario, el yo se continúa hacia dentro, sin límites precisos, con una entidad psíquica inconsciente que denominamos ello y a la cual viene a servir como de fachada. Pero, por lo menos hacia el exterior, el yo parece mantener sus límites claros y precisos.
Sólo los pierde en un estado que, si bien extraordinario, no puede ser tachado de  patológico: en la culminación del enamoramiento amenaza esfumarse el límite entre el yo y el objeto. Contra todos los testimonios de sus sentidos, el enamorado
afirma que yo y tú son uno, y está dispuesto a comportarse como si realmente fuese así. Desde luego, lo que puede ser anulado transitoriamente por una función fisiológica, también podrá ser trastornado por procesos patológicos. La patología
nos presenta gran número de estados en los que se torna incierta la demarcación del yo frente al mundo exterior, o donde los límites llegan a ser confundidos: casos  en que partes del propio cuerpo, hasta componentes del propio psiquismo, percepciones, pensamientos, sentimientos, aparecen como si fueran extraños y no pertenecieran al yo; otros, en los cuales se atribuye al mundo exterior lo que a  todas luces procede del yo y debería ser reconocido por éste. De modo que también el sentimiento yoico está sujeto a trastornos, y los límites del yo con el mundo exterior no son inmutables.”*

Este sentimiento subjetivo de la presencia del yo como algo natural para la persona, no sometido a ninguna idea crítica, que nos describe Freud, es sin embargo efecto del inconsciente.
La psicología del yo, propia de nuestra cultura, se ha fundamentado entre otras cosas en la constancia con que los síntomas patológicos, tanto de la neurosis como con especial claridad de la psicosis, alteran sus funciones.
La coherencia de las propias ideas y sentimientos se ve alterada en el trastorno psíquico, afectando al yo y dando como resultado  una inadecuada adaptación.

Por contraste con esta alteración del yo en las patologías, el adecuado funcionamiento del yo es tomado comúnmente como la medida de la normalidad por un razonamiento simplista:
Si se altera en la patología es porque cuando funciona bien estamos saludables, lo cual resulta muy simple.

Las cosas son más complejas. En un extremo, su buen funcionamiento puede ser un síntoma patológico, como se ve por ejemplo en el cuadro clásico del delirio paranoico en que el yo hipertrofiado – megalomanía - con todas sus funciones intactas, produce sin embargo un juicio delirante.
Es más complejo porque el yo no es todo el sistema psíquico, sino una función dentro del psiquismo.

Gracias a Dios, como suele decirse, existe el yo, que nos permite adaptarnos a la realidad; dicho lo cual es necesario agregar que el exceso de rigidez de sus funciones es también un síntoma patológico.

Nuestra cultura opera en los individuos con la exigencia de funcionar con cierta rigidez del yo. Demanda, como dicen los españoles, “tenerlo todo claro”, dejando de lado la posibilidad de adaptarse a las distintas condiciones inconscientes en los cambios a que la vida nos somete. Facilita las tendencias paranoicas y psicopáticas de la personalidad.
La condición ideal de la salud es, en este aspecto, un funcionamiento del yo suficientemente claro y al mismo tiempo elástico, con capacidad de gestionar  nuestra situación en la realidad y de cambiar y adaptarse cuando la circunstancia lo requiere.

No hay comentarios: