El humor sobre un símbolo ha sido equiparado
en la balanza de la vida con el asesinato a mansalva. El policía herido
está punto de recibir dos balazos de
remate por los asesinos de la revista Charlie Hebdo.
Cuando en las últimas décadas se pusieron de
moda en la tele los programas satíricos de personas del poder mediante muñecos,
todos sentimos un cierto escalofrío, como si la ruptura con un estilo de
respeto autoritario fuera peligroso, mortal. Pero no pasó nada y la siguiente
figura lógica fue la aparición de los personajes reales criticados, diciendo
que les parecía muy bien porque era sano que se les bajaran los humos del amor
propio.
Los asesinos de París están sostenidos por el
narcisismo con el que se identifican las ideas absolutas. No les servía dejar
vivo al policía caído en el andén y le descargaron dos tiros de gracia.
¿Qué ganaron con este remate?
Subrayar que sus ideas tienen el valor de lo
absoluto; tienen por lo tanto más valor que cualquier cosa que se les ponga por
delante, como ejemplo la vida del policía caído en el andén.
Si se dieran cuenta que el humor no daña las
ideas ni el poder del que las ejerce otro gallo cantaría.
Estamos en una situación donde el orgullo de
los portadores de las ideas absolutas no sabe tolerar ni la brisa vespertina
que va en otra dirección.
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