Como dice el cómico de
los tablados flamencos, Chiquito de la Calzada: “En dos palabras, in-resistible”.
Lo tomamos del maestro
del lenguaje popular que logró saltar el espacio con la cultura académica, para
resaltar el hecho clínico de que la atracción del objeto de deseo es algo
contra lo que el ser humano no puede luchar, o mejor dicho es una lucha que no puede
ganar; puede entablar esa batalla, pero no ganarla.
Se puede tratar de
reprimir, de olvidar, de negar la intensidad de esa atracción, de hacer de
cuenta que no existe, como hace el psicótico. Pero lo reprimido queda archivado
y luego retorna, como un corcho atado con una cuerda debajo del agua. Cuando el
hilo se rompa, flotará.
Es lo que Freud llama
´retorno de lo reprimido´; por lo que Lacan unió en uno los dos movimientos de la
represión, como dos funciones en una; porque el hecho de reprimir un contenido
lo pone en una cajita aislada del resto del alma, pero este escondrijo se
vuelve parte de ella; volviéndose un alma que aísla sus tendencias, no es
posible reprimir del todo.
Los budistas dicen que
hay que eliminar el deseo porque este es la causa de los sufrimientos del alma.
Estaría dispuesto a aceptar que el deseo es la causa de estos sufrimientos, lo
que no veo posible es que esto sea evitable. Lo veo como la naturaleza humana
misma.
En la vida siempre hay
goce y sufrimiento. En distintas combinaciones, pero siempre están presentes
los dos componentes. La meditación permanente para evitarlo me parece
sinceramente una pérdida de tiempo.
No es que no tenga
eficacia, pero decolora al sujeto, deja su vida sin color.
No decimos por otra
parte, que no sea necesario aprender a gestionar las tendencias y emociones.
Somos unos salvajes en
algún lugar del alma y al mismo tiempo, civilizados. No nos andamos matando
entre nosotros, pero no somos puros; tenemos esas capacidades salvajes.
En algunas sociedades,
en algunos tiempos, predomina una u otra posición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario