Desde el punto de vista del psicoanálisis, esta reflexión de Allen nos da que pensar, en dos nociones que son parte de su teoría.
Por un lado en la teoría del significante de Lacan, donde el sujeto se sostiene como una bolita de ping pong mantenida en el aire por una serie de bocas que soplan hacia arriba, impidiendo su caída y al mismo tiempo haciéndole cambiar de sitio permanente.
Este autor define al sujeto diciendo: “El significante representa al sujeto para otro significante”.
Hay un círculo de símbolos que en el lenguaje giran en una sustitución permanente A estos símbolos se los llama significantes y a su mecanismo de sustitución se lo llama la red o rueda del significante.
Cada emergencia del significante representa al sujeto para la siguiente emergencia del significante. El efecto de cada presencia significante es vivido por la conciencia como una emergencia absoluta de sentido. Seguida por la presencia de un nuevo significante y consecuentemente por un nuevo sentido vivido también de forma absoluta.
La percepción consciente del sentido emergente es siempre vivida como verdadera; es lo que llamamos verdad subjetiva. Nadie puede escapar de este sentimiento de verdad, impuesto por lo inconsciente, aunque sí podemos reflexionar sobre ello, o contar hasta diez hasta que sepamos qué hacer.
Por otro lado, en esta caída y recogida del sentido, el sujeto experimenta el goce del sostenimiento de sí. Es lo que hemos dado en llamar en otro tiempo, surf existencial, como el goce de la cresta de la ola que hace la vida del surfista. El estado de enamoramiento es del mismo registro y todo el que ha estado enamorado sabe que es una situación de sufrimiento de la que sin embargo nadie quiere bajarse.
Allen lo define, quizás con cierta melancolía, triste y sin sentido, pero agrega que por algo nos empeñamos en vivirla y que le interesa saber por qué. Posiblemente es un investigador del goce.
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