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domingo, 11 de marzo de 2012

PSICOSIS.

FALTA DE RESIDENCIA DE LOS OBJETOS.

                                                                    
La dificultad de articular los objetos de la realidad en la psicosis tiene que ver con la represión primaria que no es una represión de  identificaciones del yo sino una represión estructural, lo que significa que se reprime sin un objeto.
La represión primaria es un gesto parecido a la capa del mago, no reprime nada pero produce la ilusión de que presenta una realidad.
Es una represión de nada, un gesto de tapar algo que produce la impresión de un lugar donde hay una realidad.

Como otro paso lógico respecto a la represión primaria se produce la llamada  represión secundaria, que ya no reprime nada sino las llamadas identificaciones del yo, o los objetos de la realidad con los que el Yo se identifica, las cosas de la realidad que percibe.

Primero se produce el movimiento lógico de la represión sin objeto, represión de nada, que da lugar a la primera identificación, la identificación con que algo ha sido reprimido con lo que el sujeto se podrá identificar.
Con la producción de la represión secundaria se construyen objetos de identificación que ahora serán a su vez reprimidos, lo que inicia la sucesión y el juego de las identificaciones, con lo que se construye el yo del sujeto.

¿Qué hace el neurótico? – Empieza a trabajar las identificaciones (secundarias) del yo. 
¿Qué hace el psicótico?  - Rechaza la identificación secundaria.

El destino del neurótico es buscar eternamente la identificación verdadera. Tiene garantizada la existencia de realidad y en ella buscará una verdad absoluta sin llegar a encontrarla.

El destino del psicótico es armar eternamente la realidad para que quepa en ella su descubrimiento que la identificación secundaria no tiene de donde cogerse. El tiene una realidad absoluta, ha descubierto la base de la realidad, pero como la realidad de los objetos con los que se arma el Yo son rechazados por no dar la talla de su descubrimiento, le resultan fallidos, por lo que tiene muchas dificultades para relacionarse con la realidad.

- ¿Quién tiene razón?

- Cada uno la suya, pero como se trata de una razón de estructura, de la función que sostiene al sujeto, y como la represión primaria sostiene a la secundaria, en este sentido es el neurótico el que tiene razón.
Razón neurótica podrá decirnos el lector, con lo que estaríamos de acuerdo, agregando que esa es la razón humana a partir de la cual la sabiduría es reconocer que es una razón de funcionamiento, una razón fallida que es a la que el ser humano tiene acceso.

- La del psicótico es una razón absoluta que no permite el pensamiento de la realidad.
- La del neurótico es una razón relativa que busca lo absoluto, lo que permite el deseo que es base del pensar.

El psicótico - al descubrir el absoluto que, por razón de estructura, no se puede descubrir - no puede desear. Se ha apropiado de la verdad final, no hay más  que buscar.
Es un caso de argucia de la razón, como quien dice que se pasa de listo. Su argucia  es el sentimiento de omnipotencia – Freud llamaba a la psicosis Neurosis Narcisística.
Sabe que en la base no hay un objeto de la realidad que se sostenga por su propia existencia exterior, para él todos los objetos se sostienen como en el grabado de Münchhausen en que el jinete evita caerse al fondo del precipicio tirando fuerte hacia arriba de su chaqueta al tiempo que sostiene su cabalgadura con un apretón de piernas.
Considera inválidos a todos los objetos porque a la luz de su descubrimiento son meros subterfugios. Cabe preguntarnos cuál es la concepción filosófica que tiene el psicótico de la realidad. Es una concepción sustancialista; supone que en las cosas hay un trasfondo, una sustancia o concentrado de materia  inamovible que como el caballero de Münchhausen garantiza por sí mismo su existencia.

Como dice el dicho: No se puede mirar a Dios de frente. Se trata de la función de la imposibilidad; donde imposible significa que hay algo que no se puede saber sin romper la estructura, sin producir una disolución del pensamiento sobre la realidad.
Por eso el psicótico trata de adaptar la realidad a su verdad interior, hacerla su soporte porque siente que si esta lo frustra se disuelve su psiquis.
Al usarla como una defensa para su conflicto psicótico, la realidad, al frustrarlo, lo deja a merced de su conflicto.
Paradójicamente, el psicótico sería el más sano de los sujetos, si su realidad pudiese ser sostenida por otros, como una especie de mente flotante en la mitad de las cosas.
En este sentido los cuadros clínicos de sentimiento oceánico descriptos en los primeros tiempos de la psiquiatría del S.XIX, intuyen esta complejidad que el psicoanálisis freudiano vendría a dilucidar más tarde.

El primer movimiento lógica del sujeto – represión primaria - produce el espacio necesario para la representación de la realidad; el segundo es la construcción de sus  objetos.
El psicótico descubre la naturaleza de invención del espacio de la representación de la realidad y lo rechaza, con lo cual queda su pensamiento formado por un solo término.
Vivirá tratando de rellenarlo con los objetos, a los que tratará de entenderlos para hacerlos coincidir con su espacio vacío.

Por eso se dice que en el pensamiento psicótico sobra algo: la certeza que exige a los objetos, necesaria para aceptar el espacio rechazado.
Quiere fundar una estructura diferente de la realidad, en la que los objetos se sostengan por sí mismos, al no contar en él mismo con un lugar de residencia.

2 comentarios:

Mobesse dijo...

Leyendo esta interesantísima entrada, un hipocondriaco mental se ve asaltado por muchas dudas. Mientras nos pasamos toda la vida tratando de encontrarle un sentido, resulta que somos unos neuróticos, pero cuando al final, ya jubilados, lo encontramos (aunque este sentido sea algo "vacío") y por fin hallamos la paz, al menos la del que ya no busca, resulta que somos unos psicóticos. Muy bonito, doctor. Por otra parte, si por "objetos del mundo" podemos entender todo este espectáculo atroz que nos sirve cada día el noticiero o telediario, yo soy incapaz de encontrarle acomodo en mi mente. Es más, a veces, es tanta la sinrazón que percibo en todo que dudo de mi salud mental. Menos mal que ya no me preocupa mucho lo que sea.
Me hace gracia además que, siguiendo tus explicaciones, perfectamente claras y didácticas, enseguida empiece a clasificar en estos grupos a mis personajes preferidos. Claro que el de los psicópatas ya no tendría tanta gracia.

Un abrazo.

Humanito dijo...

dejar de lado la fantasía del "hicondría mental" se detendría el asalto sin duda.
El neurótico, como lo dices, se dedica a buscarle sentidos a la vida. Desde el punto de vista del sujeto que no tiene ningún sentido es inevitable, pero no es para tanto como para volverlo una obsesión, eso es convertirlo en la búsqueda del objeto absoluto.
Me acuerdo del cuento del buscador de la verdad absoluta que por fin encuentra al portador magno de la palabra. Es un anciano hindú que levita en un recodo de la alta montaña, semi desnudo al estilo faquir, casi sin comer ni excretar. No quiere interrumpir su meditación y se sienta a esperar que el master le vea. Finalmente le interrumpe y el maestro le pregunta por su presencia. Vengo a preguntarle por la verdad, le dice. El maestro se le queda mirando y le dice que todo fluye. Despues se queda en silencio.
Este silencio se prolonga así como la mirada del maestro. Inquieto el buscador de la verdad no atina a decir nada y entonces el maestro mayor le pregunta:
¿Por qué? ¿No fluye?
Lo psíquico siempre tiene un goce, más allá de su atroz naturaleza o la del mundo. No es posible evitar el goce ni el sufrimiento.
Basta de neurosis que presupone aceleradamente una verdad para encontrar. La hay, cosa que el neurótico no ve, pero no es posible hallarla sino buscarla.
Todos los caminos conducen a Roma pera a Roma no se llega jamás. Y si algún distraído llegara a Roma lo mejor que puede hacer es extraviarse para seguirla buscando. Perdón por ser portador de malas noticias pero pudieran ser buenas is las miras de otra manera.
Un cariñoso abrazo