El objeto del deseo ejerce una singular atracción
sobre el sujeto debido a que el sujeto está sostenido por su desear.
Si aceptamos esto se explica por qué las
cosas tienen semejante poder sobre las personas ya que, de no convertirse en
objetos de nuestro deseo, la estructura misma de la mente, nuestro yo,
desaparecería.
Por darle otra vuelta:
¿Qué le pasa al sujeto que no puede desear?
Se desestructura, cae en un estallido psicótico, perdiendo la noción de la realidad
y de sí mismo. Estamos cogidos de los objetos y gracias a las expectativas que
desarrollamos sobre ellos, existimos.
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