“NUESTRA
MÁSCARA ES NUESTRA PERSONA”
LA
REALIDAD DE LA ILUSIÓN NO ES ELLA MISMA ILUSORIA.
Un
"significante para otros significantes", como diría Lacan, lo cual ya
es más que nada.
- Carlos,
si me permites se me ocurre que a lo mejor a tu cortesía, que te honra y
personalmente me gusta, le vendría bien no ser tan total como la mentas, así la
presión de la cosa que sostienes sería menos avasallante.
- Efectivamente, tienes razón. En ocasiones
no está de más dar un puñetazo encima de la mesa --cuando la situación lo
requiere--, aun cuando ello haga que el otro retire momentáneamente su máscara
simbólica y revele un atisbo de La Cosa, o bien La Cosa manifieste veladamente
su radical alteridad en nosotros mismos. Creo que Lacan decía que una de las
funciones de la terapia con el sujeto melancólico era lograr que La Cosa
deviniera para él objeto de deseo, objeto-falta, no sólo objeto de angustia, el
cual aparece cuando falta la propia falta - aunque, como sabemos desde Freud,
la angustia es la única emoción que no engaña.
- ¿Me
podrías aleccionar sobre la noción de humanismo? ampliarme un poco lo que me
dices. En este sentido, la pregunta que te haría es: ¿Por qué eres tan
radicalmente anti humanista?
- Muchas gracias, Luis, por esta deferencia
que me haces, aunque sinceramente no me considero capaz de aleccionar a nadie,
y mucho menos a ti. Ahora bien, ya que me interpelas por mi postura subjetiva,
te diré que el anti-humanismo (como sin duda sabrás) fue desarrollado
especialmente por el estructuralismo francés: Lévi-Strauss, Althusser, Foucault
y el más radical de todos, Lacan. Lévi-Strauss defendía un "anti-humanismo
teórico", en virtud de que el mismo concepto de "hombre" queda
disuelto por las ciencias físico-naturales y sociales, que para explicar y
comprender al hombre deben necesariamente descomponerlo, disgregarlo y, en última instancia, explicarlo en
términos de algo que no es el propio hombre ni su conciencia individual: las
estructuras supraindividuales e inconscientes. De todas maneras, Althusser
defendía un "humanismo práctico" como complemento del "anti-humanismo
teórico": en la práctica, hay que tratar a los sujetos humanos como seres
libres y dignos, plenamente autoconscientes, creadores de su propio mundo, etc.
(aunque teóricamente sepamos que no lo son).
Lacan da un paso más: del "humanismo
práctico" al "anti-humanismo práctico". Slavoj Zizek y Alenka
Zupancic interpretan la ética psicoanalítica de Lacan como una "ética de
lo Real". No estoy tan seguro de que lo que propone Lacan en su seminario
La ética del psicoanálisis sea eso. Porque, con respecto a la ética, lo
"Real" sólo puede ser el "mal radical". Probablemente aquí radica el núcleo de la ética
anti-humanista radical de Lacan: en que no se apoya en lo Real del prójimo, que
como tal es el mal radical, la perversidad monstruosa y la alteridad
impenetrable. Antes bien, la única forma de ética coherente, dice Lacan, es
precisamente la del formalismo kantiano, una ética del deber --si bien este
deber es identificado por Lacan en última instancia con el deseo, al contrario
que Kant. La ética kantiana sería así anti-humanista porque no se basa en motivos "patológicos" (como el temor a Dios,
la esperanza de beneficios materiales o
espirituales, ni tampoco ningún tipo de sentimiento o emoción humana tal como
el amor, la compasión, etc.). Resulta muy fácil actuar de forma ética y
generosa con Natalie Portman o con Julia Roberts, por ejemplo, mujeres bellas,
inteligentes, encantadoras, adorables: con ellas nuestra conducta ética
brotaría espontáneamente, casi sin esfuerzo, pero precisamente al estar
motivada por nuestra admiración, nuestro amor, nuestra adoración, etc. (todos
ellos contenidos "patológicos" para la ética), no sería un acto ético
supremo o en estado puro. El acto ético supremo es comportarse de manera ética,
generosa, altruista, dedicada, etc., con alguien por el que sintamos un
profundo odio, un rechazo total, una repugnancia física y/o moral terrible, una
distancia abismal, una alteridad radical y monstruosa. La ética en estado puro
gira, pues, en torno al pivote de La Cosa en su dimensión siniestra. Ésta sería
una ética anti-humanista y, por tanto, "no patológica", "pura"
en sentido kantiano.
- Creo
que, como dices, recrear la máscara es lo que nos queda y que ello es la
creación.
Realidad
de ilusión, que no ilusoria, es una tesis que me convence. No sé qué opinión te
merece.
- Creo que has acotado una hermosa verdad: "la
realidad de la ilusión no es ella misma ilusoria". Me parece perfecto.
Como sabes, Lacan decía que lo supra-sensible platónico se manifiesta en lo
superficial, en la apariencia, el semblante o el fenómeno. Nuestra máscara es
nuestra persona y su ilusión es nuestra realidad, nuestra misma apariencia
superficial es nuestro supra-sensible, un "significante para otros
significantes", como diría Lacan, lo cual ya es más que nada.
Un abrazo. Carlos
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