LA
ILUSIÓN DE INMORTALIDAD.
“Quien crea que todo tiempo pasado fue
mejor, ni fue obrero, ni fue mujer, ni fue
trabajador”. Homero Manzi – Tango.
He visto hoy una foto en que mi madre Elisa y
su hermana la tía Rebeca, están semi acostadas en un parque de Buenos Aires en
un hermoso día de sol. Quizás en Plaza Francia. Tendrían por esos entonces unos
setenta y pico de años; hoy, veinticinco años después ya no están con nosotros.
En la foto están sin embargo tan vivas, como si la desaparición forzada por la
muerte que después las alcanzó no fuera a ocurrir.
¿Cuál es el tiempo del sujeto?
Uno puede decir que ese presente de la tarde
de sol sobre la hierba es el presente; sin embargo las hermanas sentirían sencillamente
que estaban a gusto, lo que no suena a nada tan trascendente.
Años más tarde cercana mi madre a su
declinación, hablamos que ella le había preguntado a su médico: ¡Yo, cuándo me
voy a morir doctor? A lo que el médico
contestó: Vos no te vas a morir nunca.
Mamá no se lo creyó y sin embargo la dejó de
lo más contenta el chiste del doctor. Le dije: Yo vivo cada día. Mi madre
contestó repitiendo la frase: Yo también vivo cada día.
¿Por qué se puso tan contenta ante el chiste
del doctor? Creo que porque más allá de
todas las realidades y sus crueles pruebas, le generó ilusión.
¿Es la ilusión de la inmortalidad lo que late
en las tardes de sol de nuestra vida?
Y en las noches de lluvia ¿qué pasa? ¿Puede
latir de igual manera? Algo oscuro y maravilloso se transparenta en la antigua
foto de un presente que hoy no está.
No podemos creer en que tenemos un final y
quizás no debemos creerlo. Más allá de que no existe nada eterno, nada total
para el ser humano, las verdades subjetivas son acompañadas de un sentimiento
de absoluto. El engaño, sin embargo verdadero, de la subjetividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario