Nuestro pensamiento funciona con la lógica
del pensamiento sofista.
Durante 300 años los sofistas gobernaron el
pensamiento de la antigua Grecia hasta que llegó Sócrates exigiendo que las
verdades tengan que ser demostradas para ser consideradas reales, con lo cual
sentó las bases del pensamiento científico.
El pensamiento sofista se basa en la
verosimilitud:
Vale decir que lo que parece verdadero “es”
verdadero. La apariencia “es” la verdad. Todo es marketing.
Cualquier palabra pronunciada es sentida como
verdad. Los famosos medios de comunicación funcionan con este principio. Se
puede decir el mayor despropósito que, por ser dicho será escuchado como
verdad.
La formalidad con que es sostenido, rodeado y
desarrollado el mayor despropósito, no deja lugar a dudas sobre la verdad que
sostiene. A pesar que se trate de afirmaciones falsas pero muy verosímiles.
No hay cerebro que pueda visualizar una crítica
a esta falsa evidencia porque nos hemos vuelto sofistas sin saberlo.
Si bien el pensamiento sofista ha quedado
atrás en la historia del conocimiento, vuelve por los laditos una y otra vez,
ya que cuenta con la posibilidad psicológica
que el ser humano por naturaleza tiene hambre de verdad y cuando le ofrecen algo con cara de verdad
se la cree entera.
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