Derrumbamiento
de saberes y discursos.
Cuando estamos todos
de-construidos, sin identidad ¿Qué nos queda por hacer? Se me impone la
pregunta.
Me acuerdo de que a
los 38 años me hallé con la sensación de que ya había vivido todo lo que había
para vivir, y me hacía una angustiosa pregunta:
¿Qué me queda por
hacer?
Pensé que había que
hacerlo todo de nuevo otra vez. No sé si me convencía del todo la idea, pero
pasado el tiempo, creo que se hizo realidad, que se me olvidó el sentimiento de
repetición, como una segunda vuelta de espiral donde hay un ´lo mismo´ de lo de
antes. Quizás lo que sentía como mi dimensión personal, aparece ahora en el
universo cultural.
Es una pregunta por
el fundamento del ser, como preguntarnos si por naturaleza humana, algo en
particular tiene o no tiene importancia.
La respuesta de Freud
fue el Deseo inconsciente. En mi pequeña dimensión, me suena bien: El deseo
inconsciente es eterno.
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”
No hay llegada, el
objeto del deseo es desear, o la llegada es permanente: Hemos llegado desde el
primer momento.
Una vez que se comienza
no se deja de caminar. Caminar es el objetivo. Todos los caminos llevan a Roma
pero a Roma no se puede llegar y si por alguna cosa anti estructural se llegara
a Roma, habría que salir corriendo para extraviarnos y volverla a buscar.
Volver a hacer,
que en el hacer
está el deseo
que nos hace ser.
Ahora que lo estoy
contando me doy cuenta de que nuestra mente usa un criterio histórico. Pensando
qué cosas hemos hecho, al estilo de tener un hijo, plantar un árbol, etc.,
cuando creo que estamos hablando de un criterio estructural en que importa más
el movimiento que el sentido. En la práctica, la decisión de seguir fue
afortunada, porque en el movimiento está el deseo de vida.
Vale decir que
gracias a la red de la memoria de la historia, con sus olvidos y recuerdos se
puede volver a vivir después del posmodernismo.
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