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domingo, 1 de agosto de 2010

EL COGNITIVISMO, PSEUDOCIENCIA DE LA CANTIDAD, CUENTA TODO, NO IMPORTA QUÉ.

Confunde lo cuantificable con lo científico. El criterio de que las hipótesis tienen que ser demostradas, fundamento del pensamiento científico, ha sido dejado de lado, al confundirse demostración con cantidad, cayendo en una manía indiscriminada de cuantificación. Para esta degradación de la ciencia, todo lo que suma es verdad objetiva.

Lo primero que queda de lado es la demostración cualitativa, y con ello se pone en la diana al psicoanálisis en tanto ciencia del sujeto, y al método clínico que apunta a lo singular.

No hay sujeto, sólo secreciones, imágenes de resonancia magnética.

Desde comienzos del siglo XXI, como dice el psicoanalista francés Jaques-Alain Miller, la burocracia decidió que la salud mental de los pueblos formaba parte de sus atribuciones. Invadió los dominios de la escucha, de las terapias por la palabra, se ocupó de remodelarlas de principio a fin.

EL FANATISMO DE LA CIFRA NO ES LA CIENCIA, ES SU MUECA.


13 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda, Luis, tiene usted razón cuando señala que es un error del cognitivismo todo ese énfasis en la acumulación abstracta de datos (muchos de ellos encontrados de modo artificial en el laboratorio). Sin embargo, si me permite expresar una levísima discrepancia, yo diría que la psicología cognitiva sí puede ser útil. Como sin duda sabrá, no son pocos los psicólogos cognitivos que han visto claramente este mismo problema que usted describe tan bien, y que están trabajando en un nuevo enfoque de la psicología cognitiva, más "carnal", por así decir, más mundano, más enfocado en la forma en que los humanos construimos nuestra realidad simbólica cotidiana, en nuestro día a día. Y no es una casualidad que una serie de psicólogos cognitivos estén empezando a utilizar conceptos del psicoanálisis, y que así lo reconozcan expresamente: Erdelyi, Cramer, Vaillant, etc.

En otro post citaba usted la frase de J.-A. Miller: "El sujeto procesa el goce". Sin duda, pero la cuestión es que la naturaleza de este "procesa" tal vez sea más compleja, más multifacética de lo que supone Miller. Quizás habría que complementar el análisis molar y simbólico del psicoanálisis con el análisis molecular subsimbólico del cognitivismo.

Por otro lado, Luis, es un placer leer sus textos que, además de rigurosos e instructivos, son verdaderos poemas en prosa.

Un muy cordial saludo.

Humanito dijo...

Le agradezco las puntualizaciones que me ofrece, en que me aporta cierta prudencia para mis afirmaciones, cierta modulación para mi retórica. La verdad es que a lo largo de la vida, el valor de la generosidad me ha perseguido siempre, seguramente no carente de humanos egoísmos, de todos modos ha sido una alienación esencial de mi yo que agradezco, ya que la tomo como una virtud.
Qué perderíamos si fuéramos generosos?
Siento esta generosidad en usted.

Hablo desde mi experiencia psicoanalítica, más que del conocimiento académico cuidadoso de lo que critico. La información es parte del registro de la realidad. La consciencia es formulada por Freud como un sistema perceptivo, y como toda percepción está ligada a cometer errores. Estos errores corresponden a la emergencia inconsciente del lapsus inevitable en que se constituye lo inconsciente. Nunca podemos estar seguros de que algo inesperado o increíble venga a conmover nuestra percepción, nuestras certezas. Esto lo sabe Usted bien.

No podemos dejar de lado la percepción como no podemos dejar de lado los datos.
Estamos hablando por lo tanto, en esta discusión con el datismo de la concepción cognitiva de un campo intermedio en cuanto a la utilidad clínica de las concepciones.
Por ello me alegro que haya practicantes del campo que estén planteándose estas cuestiones, en dirección a añadir a la información algo de “carne”, como dice Usted.
Tratarse de tú, algo común en estos tiempos, presupone la existencia previa del respeto mutuo. ¿Le molestaría que nos tuteáramos? Ad portas de tu respuesta, comienzo en ello.
Esta posibilidad de comunicación por los nuevos canales me gusta, me retrotrae al tiempo de la comunicación epistolar, que para algunos llegó a ser un género literario. Yo la practiqué durante unos años con la Underwood y el correo convencional. Ahora siento que estos portales que permiten encuentros entre discursos, son de una posibilidad tan humana como aquella de los antiguos papeles.
¿Cómo voy a encontrarme con su biblioteca de Usted sin salir de casa, sin una escala de presentaciones sociales? Ciencia ficción aterrizada en la realidad.
Valoro tener un lector como tú. Gracias

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Luis, por tan detallada y amable respuesta. En efecto, como bien dices, la generosidad es una virtud: de hecho, para Spinoza las dos grandes virtudes éticas son la generosidad y la fortaleza (de espíritu o de ánimo). Y también para Schopenhauer. No cito a estos autores por pedantería, sino más bien por humildad: ninguno de mis pensamientos es "mío", yo no hablo sino que "soy hablado", literalmente, por una tradición, por una historia de la que conozco poco pero que aún así me determina, que otorga una forma a mi vacío interior. Y lo mismo se puede decir de cualquier persona, creo. Esto, lejos de anonadarnos, nos hace a todos en cierto modo sublimes.

Quiero decir con esto que, en efecto, la tradición psicoanalítica, el discurso psicoanalítico que tú conoces, Luis, bastante mejor que yo (porque no yo no soy más que un mero aprendiz), se fundamenta en un acto que parte de la percepción del yo, un acto que es una interpretación y que, como muy bien dices, tiene como uno de sus marcos privilegiados la experiencia de la práctica psicoanalítica. Con esto queremos decir que el psicoanálisis es una sabiduría hermenéutica, una "psicología en primera persona" que nos aporta una comprensión fundamental del sujeto humano --junto con otras corrientes como la fenomenología o el existencialismo.

En cambio, el cognitivismo, lo mismo que el conductismo del que es deudor y heredero en buena medida, se apoya en el datismo, como has señalado, porque sus objetivos son bien distintos: no ya comprender al sujeto humano, no ya construir una psicología hermenéutica y en primera persona, sino, antes bien, controlar al sujeto humano, intentar predecir su conducta y determinarlo desde el exterior. La psicología conductual-cognitiva es una psicología en tercera persona, positivista, datista, cuantificadora y reduccionista. Para los objetivos que se propone --lograr un sujeto aparentemente bien adaptado a su entorno, productivo, obediente, que no se cuestione nada--, no cabe duda que tiene utilidad. No en vano la terapia conductual-cognitiva está avanzando mucho en el ámbito de la empresa y de la clínica.

Coincido en que la comunicación por internet tiene gran interés. Aunque debo confesar que en muchos casos no deja de causarme un sentimiento de irrealidad absoluta: después de todo, es una comunicación puramente cognitivista, informacional, en la que la carne se evapora y donde desaparece la textura misma de nuestra experiencia cotidiana. De todos modos, es un placer mantener contigo esta interacción propia de una novela de Philip K. Dick. Valoro mucho, Luis, tu alta valoración de mi persona virtual, que quizás en algunos aspectos sea más real que mi persona "real". Un gran saludo.

Humanito dijo...

La cuestión de que tu persona virtual sea más real que tu persona real, me remite a un montón de cosas conmovedoras. Me acuerdo cuando a los 20 añitos me estaba psicoanalizando con Pepe Itzigson, el que supuestamente era un no analítico, pero al cual me había llevado la transferencia con él, que una vez le dije al respecto que para mí las distintas escuelas terapéuticas hacían màs o menos psicoanálisis y el resto como le parecía a cada uno. Me acuerdo que el entrañable Itzigson me dijo que én mis términos era interesante. Lo que me acuerdo "de la carne" como dices, de esa escena es la impresión de existencia, de importancia que me daba que el gran médico me tratara a mí joven edad, de usted. Evidentemente estaba hablando de la transferencia.
Con una paciente muy compleja e imposible que estoy tratando, me pasó que me dijo que a la despedida de una sesión ella se había dado cuenta de que estaba mejor, por la manera contenta en que yo la saludaba, ví que hablaba de la transferencia.
Estoy experimentando en el mundo de internet y por ahora no se me ocurre sino que se trata de ir formando red. Me parece interesante abrir redes de puertas entre los que podemos tener una interlocución como parace ser nuestro caso. Ojalá siga y veremos.
Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Bueno, sí, mi persona virtual es más real que mi persona real en algunos aspectos. Sobre todo porque en mi vida real no soy sino un gris funcionario que lleva una máscara de cortesía y de estudiada mediocridad. Por supuesto, esta máscara es muy real, mucho más real que lo que hay debajo de la máscara, que no es sino un vacío total.

Al hilo de las siempre interesantes observaciones sobre tu práctica clínica, Luis, me he acordado de un chico del que fui educador hace algunos años, en un centro juvenil para menores con problemas de drogodependencias y de tipo delictivo. El joven había sido recluido en una habitación de aislamiento por haber agredido a un vigilante, y de pronto me llamaron a mí, como su educador, para que fuera a verle porque había roto un cristal de la ventana y se estaba cortando con él. Cuando entré en la habitación, le vi haciéndose cortes en el pecho y los brazos, y la sangre goteaba hasta formar un charco en el suelo a sus pies. Y por un momento me quedé con la mente en blanco, mirándole sin saber qué hacer, sin saber qué pensar ni qué decir, en un vacío total. Más adelante comprendí que en realidad el chico intentaba afirmar su realidad, que, mediante los cortes en su piel, el "0" de su confusión existencial, de su existencia virtual, se transformaba en el "1" de una inscripción significante. Yo, en cambio, era una nada absoluta.

Hace unos meses me pasó algo curioso. Años después del suceso (al final llevé al chico al hospital y le curaron las heridas, que no eran profundas), me encontré en la calle con el chico, que ya había salido del centro hace tiempo. Para mi sorpresa, vino hacia mí y me abrazó.Me dijo que tenía trabajo, que las cosas le iban bien, me presentó a una chica que iba con él y que era su novia, y hasta me dijo que yo era una de las personas de las que mejor recuerdo tenía. Podría pensarse que yo encontré esto muy satisfactorio, "realizador", como se dice ahora. En absoluto: lo vi como una constatación de mi absoluto fracaso personal, porque el éxito del chico a la hora de afianzar su realidad y de borrar su vacío resaltaba aún más si cabe mi terrible vacío interior, mi oscuridad, mi absoluta falta de emociones humanas, una nada que yo sentía y sigo sintiendo dentro de mi interior y que me provoca, no sé cómo decirlo, una especie de náusea (aunque desvaída, como todo en mí).

Gracias por sus respuestas, por su blog y por su tiempo. Un cordial saludo.

Humanito dijo...

Querido Carlos
Uno debe ser nada y desde esa nada se hace al otro. Eso fue lo que te pasó con el joven. Tu pena ante ti mismo, creo, parte de un juicio en que no encarnas eso del significante, que tan bellamente enuncias conceptualmente.
Creo que verte desvaído, te tiene identificado imaginariamente. Un paso más y es el significante productor del otro y por rebote de ti mismo.
Todo es nada y nada es todo, como decíamos en el Grupo Cero primigenio en Buenos Aires, una frase que me ha acompañado a través del tiempo.
Claro que como tú sabes, ser nada del todo es imposible, aunque la tendencia basta. Y allí nace lo humano.

Anónimo dijo...

Muy cierto, Luis, por supuesto que la nada no lo es todo: nos queda la Máscara. Como sabes, el significado de "persona" es precisamente la máscara que los griegos llevaban en las representaciones teatrales. Yo soy una persona porque llevo una máscara, igual que el resto. Y, no nos engañemos: la inmensa mayoría de las personas llevan máscaras feas, repugnantes, odiosas, sórdidas. Y esta sordidez oculta algo aún peor, mucho más siniestro: Das Ding, La Cosa, el Horror sin nombre, impenetrable y no simbolizable. Mi propio trabajo en los estratos más marginales, más desolados y más ruinosos de la sociedad me ha llevado a comprobarlo en persona, a constatar la abismal monstruosidad latente bajo la "carne".

Por eso soy radicalmente anti-humanista, por eso odio profundamente a la gente y al ser humano. A mis amigos --y a ese fantasma del "yo"-- los tolero, pero no los amo. Y por eso adopto externamente una cortesía extrema, casi versallesca, que a veces choca un poco a otros bípedos humanoides, no acostumbrados a tanta amabilidad y tanta cortesía en esta época tan descortés y tan paranoica. La amabilidad y la cortesía son una protección, una barrera que me permite mantener alejado y a prudente distancia a Das Ding.

Un cordial saludo.

Humanito dijo...

Carlos: si me permites se me ocurre que a lo mejor a tu cortesía, que te honra y personalmente me gusta, le vendría bien no ser tan total como la mentas, así la presión de la cosa que sostienes sería menos avasallante.
¿Me podrías aleccionar sobre la noción de humanismo? ampliarme un poco lo que me dices. En este sentido, la pregunta que te haría es: ¿Por qué eres tan radicalmente anti humanista?
Es un tema que se me escapa un poco y quiero aprovecharme de tu recorrido en ello. Gracias
PD: Creo que, como dices, recrear la máscara es lo que nos queda y que ello es la creación.
Realidad de ilusión, que no ilusoria, es una tesis que me convence. No sé qué opinión te merece.

Anónimo dijo...

Carlos: si me permites se me ocurre que a lo mejor a tu cortesía, que te honra y personalmente me gusta, le vendría bien no ser tan total como la mentas, así la presión de la cosa que sostienes sería menos avasallante.

Efectivamente, tienes razón. En ocasiones no está de más dar un puñetazo encima de la mesa --cuando la situación lo requiere--, aun cuando ello haga que el otro retire momentáneamente su máscara simbólica y revele un atisbo de La Cosa, o bien La Cosa manifieste veladamente su radical alteridad en nosotros mismos. Creo que Lacan decía que una de las funciones de la terapia con el sujeto melancólico era lograr que La Cosa deviniera para él objeto de deseo, objeto-falta, no sólo objeto de angustia, el cual aparece cuando falta la propia falta (aunque, como sabemos desde Freud, la angustia es la única emoción que no engaña).

¿Me podrías aleccionar sobre la noción de humanismo? ampliarme un poco lo que me dices. En este sentido, la pregunta que te haría es: ¿Por qué eres tan radicalmente anti humanista?

Muchas gracias, Luis, por esta deferencia que me haces, aunque sinceramente no me considero capaz de aleccionar a nadie, y mucho menos a ti. Ahora bien, ya que me interpelas por mi postura subjetiva, te diré que el anti-humanismo (como sin duda sabrás) fue desarrollado especialmente por el estructuralismo francés: Lévi-Strauss, Althusser, Foucault y el más radical de todos, Lacan. Althusser defendía un "anti-humanismo teórico", en virtud de que el mismo concepto de "hombre" queda disuelto por las ciencias físico-naturales y sociales, que para explicar y comprender al hombre deben necesariamente descomponerlo, disgregarlo y, en última instancia, explicarlo en términos de algo que no es el propio hombre ni su conciencia individual: las estructuras supraindividuales e inconscientes. De todas maneras, Althusser defendía un "humanismo práctico" como complemento del "antihumanismo teórico": en la práctica, hay que tratar a los sujetos humanos como seres libres y dignos, plenamente autoconscientes, creadores de su propio mundo, etc. (aunque teóricamente sepamos que no lo son).

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Lacan da un paso más: del "humanismo práctico" al "anti-humanismo práctico". Slavoj Zizek y Alenka Zupancic interpretan la ética psicoanalítica de Lacan como una "ética de lo Real": con respecto a la ética, lo "Real" sólo puede ser el "mal radical". Probablemente aquí radica el núcleo de la ética anti-humanista radical de Lacan: en que gira alrededor de lo Real del prójimo en cuanto mal radical, perversidad monstruosa y alteridad impenetrable. Por ello, la única forma de ética coherente, según Lacan, es precisamente la del formalismo kantiano, una ética del deber --si bien este deber es identificado por Lacan en última instancia con el deseo, al contrario que Kant. La ética kantiana sería así anti-humanista porque no se basa en motivos "patológicos" (como el temor a Dios, la esperanza de beneficios materiales o espirituales, ni tampoco ningún tipo de sentimiento o emoción humana tal como el amor, la simpatía, etc.).

Resulta muy fácil actuar de forma ética y generosa con Natalie Portman o con Julia Roberts, por ejemplo, mujeres bellas, inteligentes, encantadoras, adorables: con ellas nuestra conducta ética brotaría espontáneamente, casi sin esfuerzo, pero precisamente al estar motivada por nuestra admiración, nuestro amor, nuestra adoración, etc. (todos ellos contenidos "patológicos" para la ética), no sería un acto ético supremo o en estado puro. El acto ético supremo es comportarse de manera ética, generosa, altruista, dedicada, etc., con alguien por el que sintamos un profundo odio, un rechazo total, una repugnancia física y/o moral terrible, una distancia abismal, una alteridad radical y monstruosa. La ética en estado puro pivota, pues, en torno a La Cosa en su dimensión siniestra. Ésta sería una ética anti-humanista y, por tanto, "no patológica", "pura" en sentido kantiano.

PD: Creo que, como dices, recrear la máscara es lo que nos queda y que ello es la creación.
Realidad de ilusión, que no ilusoria, es una tesis que me convence. No sé qué opinión te merece.


Creo que has acotado una hermosa verdad: "la realidad de la ilusión no es ella misma ilusoria". Me parece perfecto. Como sabes, Lacan decía que lo supra-sensible platónico se manifiesta en lo superficial, en la apariencia, el semblante o el fenómeno. Nuestra máscara es nuestra persona y su ilusión es nuestra realidad, nuestra misma apariencia superficial es nuestro sensible y nuestro supra-sensible, un "significante para otros significantes", como diría Lacan, lo cual ya es más que nada.

Un abrazo. Carlos.

Anónimo dijo...

Querido Carlos.
Te echo en falta, qué te has hecho? No estás más? si puedes déjame saber algo de tí.
Un abrazo
Luis S.