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domingo, 17 de febrero de 2013

ENTREVISTA A SLAVOJ ŽIŽEK.


El Psicoanálisis es más necesario que nunca.*
*Entrevista. Traducida por Manuel Asensi. 04.02.2004


- ¿Cuál sería en su opinión el papel del psicoanálisis en nuestros días? ¿Cómo puede ayudarnos a comprender el terrible malestar político que nos envuelve a un nivel planetario? Bosnia, Torres Gemelas, África, Iraq, etcétera. Sé que es una pregunta difícil de contestar brevemente, se halla en sus libros desde “El sublime objeto de la ideología” hasta los más recientes, pero quizá podría explicarlo...
- La primera idea que yo rechazaría rotundamente es la idea de que necesitamos el psicoanálisis clásico para analizar los así llamados “fenómenos extremos”. Mis amigos me dicen: “¡Oh, Dios mío, necesitamos el psicoanálisis para entender  lo sucedido en Bosnia!”. No, en realidad, el psicoanálisis lo necesitamos en todas partes.

Quiero vivir en una sociedad donde la tortura no sea posible.

No hay que olvidar que en EE.UU. se puede utilizar la tortura con el fin de obtener información en relación con el terrorismo. Yo quiero vivir en una sociedad donde la
tortura no sea posible, porque es algo totalmente inaceptable. En una sociedad en la que no se permita ni siquiera discutir el tema de si debemos o no legalizar la tortura, donde el hecho de que alguien lo proponga lo descalifique automáticamente. Esta permisividad radical del todo vale lleva a lo que pasó hace tres años en Nueva York, cuando unos círculos extremistas se dedicaban a cortar su pene por la mitad, para poder tenerlo doble, lo hicieron casi doscientas personas, imagínese los problemas para orinar, el dolor, porque el pene no se puede reconstituir...

La paradoja en esta sociedad.

“La paradoja en esta sociedad (en la norteamericana, especialmente) es que si miras durante mucho rato a una mujer puedes ser acusado de acoso sexual. Si por ejemplo haces deconstrucción o “cultural studies” está muy bien, pero Lenin, ah, eso es tabú, puedes llegar a desaparecer de las librerías. En relación con la democracia, he de decir que no debemos ser tan fetichistas a la hora de utilizar el término “democracia”, porque cualquier cuestionamiento de esta puede ser fácilmente considerado como antidemocrático. La pregunta que pretendo responder en mis libros es la siguiente: ¿qué significa hoy en día la democracia?, ¿cómo funciona? No debemos tener miedo de hacer estas preguntas. Yo no estoy de acuerdo con esa idea derridiana de la “democracia por venir”, porque da la impresión de ser algo siempre inalcanzable, como si lo que tenemos de forma actual fuera un fracaso en relación con lo que podría ser. Está introduciendo una fórmula kantiana, la de la injunción ética, incondicional, aludiendo a lo que siempre está por llegar, a lo que nunca puede ser realizado. Para mí el principal problema de todo eso es que disuelve cualquier acción política en una suerte de proceso infinito que nunca se acaba ni se cumple. El problema es que Derrida y sus seguidores no han entendido algo que Trotsky tenía  muy claro, y es que la revolución no significa felicidad.
Debemos fijarnos en lo que está ahí presente, tenemos que actuar más sobre lo que de hecho hay y tenemos. Yo no deseo, como ellos, abandonar la noción metafísica de verdad.”

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