El Psicoanálisis es más necesario que nunca.*
*Entrevista.
Traducida por Manuel Asensi. 04.02.2004
- ¿Cuál sería en
su opinión el papel del psicoanálisis en nuestros días? ¿Cómo puede ayudarnos a
comprender el terrible malestar político que nos envuelve a un nivel
planetario? Bosnia, Torres Gemelas, África, Iraq, etcétera. Sé que es una
pregunta difícil de contestar brevemente, se halla en sus libros desde “El
sublime objeto de la ideología” hasta los más recientes, pero quizá podría
explicarlo...
- La primera
idea que yo rechazaría rotundamente es la idea de que necesitamos el
psicoanálisis clásico para analizar los así llamados “fenómenos extremos”. Mis
amigos me dicen: “¡Oh, Dios mío, necesitamos el psicoanálisis para entender lo sucedido en Bosnia!”. No, en realidad, el
psicoanálisis lo necesitamos en todas partes.
Quiero vivir en una sociedad donde la tortura no
sea posible.
No hay que
olvidar que en EE.UU. se puede utilizar la tortura con el fin de obtener
información en relación con el terrorismo. Yo quiero vivir en una sociedad
donde la
tortura no sea
posible, porque es algo totalmente inaceptable. En una sociedad en la que no se
permita ni siquiera discutir el tema de si debemos o no legalizar la tortura,
donde el hecho de que alguien lo proponga lo descalifique automáticamente. Esta
permisividad radical del todo vale lleva a lo que pasó hace tres años en Nueva
York, cuando unos círculos extremistas se dedicaban a cortar su pene por la
mitad, para poder tenerlo doble, lo hicieron casi doscientas personas,
imagínese los problemas para orinar, el dolor, porque el pene no se puede
reconstituir...
La paradoja en esta sociedad.
“La paradoja en
esta sociedad (en la norteamericana, especialmente) es que si miras durante
mucho rato a una mujer puedes ser acusado de acoso sexual. Si por ejemplo haces
deconstrucción o “cultural studies” está muy bien, pero Lenin, ah, eso es tabú,
puedes llegar a desaparecer de las librerías. En relación con la democracia, he
de decir que no debemos ser tan fetichistas a la hora de utilizar el término
“democracia”, porque cualquier cuestionamiento de esta puede ser fácilmente
considerado como antidemocrático. La pregunta que pretendo responder en mis
libros es la siguiente: ¿qué significa hoy en día la democracia?, ¿cómo
funciona? No debemos tener miedo de hacer estas preguntas. Yo no estoy de
acuerdo con esa idea derridiana de la “democracia por venir”, porque da la
impresión de ser algo siempre inalcanzable, como si lo que tenemos de forma
actual fuera un fracaso en relación con lo que podría ser. Está introduciendo
una fórmula kantiana, la de la injunción ética, incondicional, aludiendo a lo
que siempre está por llegar, a lo que nunca puede ser realizado. Para mí el
principal problema de todo eso es que disuelve cualquier acción política en una
suerte de proceso infinito que nunca se acaba ni se cumple. El problema es que
Derrida y sus seguidores no han entendido algo que Trotsky tenía muy claro, y es que la revolución no
significa felicidad.
Debemos fijarnos
en lo que está ahí presente, tenemos que actuar más sobre lo que de hecho hay y
tenemos. Yo no deseo, como ellos, abandonar la noción metafísica de verdad.”
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