Esto,
que es el aporte teórico del psicoanálisis, les ha permitido a los que se
dedican a la comunicación social y empresarial en este tiempo, desarrollar una
dirección basada en algoritmos.
Los
algoritmos, como sabemos, son unas fórmulas matemáticas que ordenan dichas
conductas, al mismo tiempo que se reordenan a sí mismas, vale decir que
aprenden.
De
la antigua pregunta sobre el predominio del hombre sobre la máquina o de la
máquina sobre el hombre, la sociedad manejada por algoritmos matemáticos,
apuesta radicalmente por esta última opción, que la máquina dominando la mente
humana.
La
forma en que el algoritmo incide en la realidad social es por medio de estímulos
subliminales. Con los mismos mecanismos que el lenguaje, influye en el
pensamiento social o empresarial, mediante sugerencias inconscientes. De la
misma manera opera el tratamiento psicoanalítico, que reordena el inconsciente,
al darle mayor coherencia para que coincida con el deseo profundo del sujeto.
El
deseo inconsciente es, para Freud, la base dinámica, el impulso con que el
inconsciente funciona.
El
conflicto inconsciente freudiano de la neurosis, es una falla lógica. El
neurótico, en un momento dado piensa con una lógica y en el momento siguiente
con otra. Esto produce una serie de problemas en el pensamiento y por lo tanto
también en la personalidad del sujeto. El tratamiento busca que el pensamiento
funcione con la misma lógica.
El
algoritmo funciona igualmente con un sistema de sugerencias inconscientes; pero
en lugar de estar fundamentadas en el deseo inconsciente propio del sujeto, las
tiene planificadas en función de los intereses de sus programadores; por lo
cual la esencia de humanidad que se orienta en el campo del deseo, queda
descartada. Aún más, las condiciona a un sistema de órdenes, que construye un
sujeto paranoico.
El
psicoanalista ejerce este poder sobre el paciente, a condición de no utilizarlo
en su propio interés. Por esta ética, el psicoanálisis permite al paciente
recobrar su propia palabra. Le acompaña sin robarle su propio camino.
Debido
a ello, en la sociedad del siglo XXI, sentimos que vivimos en un mundo de
inhumanidad. No sólo por las conductas agresivas que genera, sino también por
la falta de poesía en el espíritu, que nos deja en un automatismo. El ser
humano ha dejado de ser el que maneja la máquina, para ser secuestrado por la
máquina, para volverse parte de la máquina que lo maneja.
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