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lunes, 30 de julio de 2012

CREPÚSCULO. SIN TEMOR Y SIN ESPERANZA.




Si no estoy mal la frase es de Heidegger. En todo caso me persigue desde que mi viejo amigo Murri me dijo que era su guía de vida. Le he creído en un acto de fe, preguntándome de todos modos por su sentido.
Me la he vuelto a encontrar inesperadamente en un poema de Borges sobre los judíos expulsados de España:

"Abarbanel, Farías o Pinedo,
Arrojados de España por impía
Persecución, conservan todavía
La llave de una casa de Toledo.

Libres ahora de esperanza y miedo,
Miran la llave al declinar el día
En el bronce hay ayeres, lejanía,
Cansado brillo y sufrimiento quedo".

La acumulación de las cosas vividas – “ayeres, lejanía,
cansado brillo y sufrimiento quedo” – produce una distancia con la historia que impide la sorpresa e implica una liberación, la de la esperanza y el miedo.
No tener miedo parece una liberación, pero ¿Puede ser una liberación perder la esperanza?
Estamos acostumbrados a pensar lo contrario. ¿No decimos acaso que la esperanza es lo último que se pierde?

¿En qué perspectiva se ha ubicado la vida para que la esperanza sea un peso del que nos podemos liberar?
- La liberación del que ya no espera nada es quizás demasiado utópica o lejana a nuestros pensamientos para que podamos comprenderla, como un poema del crepúsculo, de la vida aún viva y ya pasada. Somos quizás todavía demasiado jóvenes.

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