Desde el punto de vista psicoanalítico todos
los hombres somos hermanos porque todos tenemos un inconsciente, construido por
una serie de luces combinadas con idéntico funcionamiento. Decimos “luces” por
usar una imagen familiar a la que nos tiene acostumbrado el pintor que sabe
combinar los colores partiendo de los tres primarios y siguiendo por efectos
que se desprenden de estos. Cada maestro logra su estilo particular pero todos
están abrigados bajo el paraguas de la forma en que se combinan según su manera
de reaccionar ante la luz.
El amarillo que conocen nuestros sentidos es
imaginario, pero es un efecto de la química de los pigmentos.
Entendemos que las situaciones socio
económicas determinan imaginarios sociales, pero debe saberse que en lo psíquico
no hay diferencia entre los seres humanos de cualquier condición, por lo que
cualquier diferencia de calidad humana que se vea existir entre los diferentes
grupos sociales es sólo un prejuicio. Sobre esta base se sustenta el respeto
que todos tenemos derecho a tener de los demás.
No es posible para el ser humano desprenderse
del imaginario, pero sí lo es saberlo relativo desde el conocimiento que es un
efecto.
Como dice Borges en uno de sus prólogos, “es
circunstancial, lector, el hecho que al abordar este libro seas tú el lector y
yo el escritor”.
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